martes, 23 de octubre de 2007

EJERCICIO 14

Hay verdades que a estas alturas
no merecen la pena ser develadas;
quizá porque se cabó la magia
y por eso la piel es hoy sólo jirones.

Ya no vene al caso escupirte certezas
porque se hayan fuera de todo circulo descentrado
porque esas certezas son ahora sin sentidos
de esta historia a veces gris, a veces sepia.

No más invocaciones a la neta
a todo eso que quisieras saber
aunque sea demasiado tarde...
el mito ha muerto, y nosotros muy dentro de él.

¡Se acabó!
...¡y pensar que no había empezado!
porque tu lo anulaste de orígen
sin saber, sin ver, con dos palabras y un chasquido.

martes, 9 de octubre de 2007

EL PINCEL

¡Para ti, aunque no lo pidieras, aunque quizá ni lo imagines y mucho menos lo leas…pero tú lo inspiraste pintor de sonrisas!


Por mucho tiempo anduve vagando, buscando pinceles y lienzos…en dónde y con qué pintar; tenía la loca idea de que la técnica ya la tenía, que no era cosa de vino ni de licor; lo mío era emborracharme de otras esencias, de otros mundos aparentemente distantes, y que a lo mejor por ello parecía que deseaba acercarme a ellos, fuese de olidas, de oídas o por palpitaciones en cualquier lugar de sábanas comunes al vulgo.

Fue un día cualquiera, quizá marcado más por el drama político que por algo en verdad interesante, cuando me acerqué por vez primera a ese pincel. Las cosas cambian mucho cuando uno las mira en el aparador, partiendo de que en esa tienda no les ponían precio a las cosas (a lo mejor era un truco de mercadotecnia: emocionar al cliente y luego dejarle caer en el desgastado bolsillo la certeza de cuán inalcanzable era lo que deseaba); así que entré, le pregunté a la tipa del mostrador cuánto costaba, y me respondió…el precio no importa, para mi se veía si bien no inalcanzable, por lo menos si lejano.

Lo peor del caso es que sabía de muchos y muchas que habían podido comprar ese pincel…uno nunca sabe lo que tiene, y lo que tiene aparentemente no es suficiente. Por días continué pintando, o dizque haciéndolo…usaba los viejos pinceles del viejo bote…todo parecía tan viejo; en algún punto, llena de nada o vacía de todo –como se prefiera ver- (si, por ese algo que todos los que pasaban por ahí miraban y que yo deseaba tener para poder pintar lo que traía en mente desde hacía unos meses) pensé que usar los dedos era lo mejor…que podía reemplazar al objeto de mi deseo a partir de mi misma.

Pues resultó algo ¿cómo decirlo?...peculiar; era tan… ¡ah como sea!, no se parecía en nada a lo que había pensado plasmar; pero me hacía vibrar, era como una especie de espejo surrealista, en donde todo lo que en verdad vale la pena puede verse exponencialmente, y lo demás se queda en pinceladas temperamentales que llenan el fondo para que las cosas no se vean tan desnudas. Es como todo cuadro a final de cuentas: los que no saben lo miran con cara de que lo entienden, y los que lo entienden se detienen, comentan dos o tres cosas, y luego continúan mirando la siguiente obra, so pena de mirar un extintor como obra de arte…a todos se les va la hebra.

Pasaron varios días, y continuaba mi acto masoquista de pasar frente al aparador, mirarle y luego sufrir cuando veía como pagaban por él… ¿por qué no podía llevarte conmigo? Conforme pasaron las noches, sentía que el sentido de tenerte era absurdo, que probablemente sólo era una suposición fundada en lo que leí en algunas revistas y escuché en una exposición. Me di unos cuantos zapes para ver si así salía por fin esa tortuosa idea…nada; seguías ahí, cada vez más fuerte, cada vez más dentro, cada vez más necesario…cada vez más todo.

Hoy decidí entrar a la tienda, no quedarme fuera a ver cómo te compraban porque de nuevo la revista de pintores te recomendaba para pinceladas firmes, claras, para matizar contornos y perfecto para dibujar rostros y sonrisas…te toqué, olí tu cuerpo, pasé tu extremo por mi cuello para sentir tu alma; ¡hacía tanto que no me emocionaba así por un pincel nuevo!

Por fin llegué a casa, hurgué en el viejo bote de los viejos pinceles, y decidí tirarlos…no es que ya no lo hicieran bien, pero no podía, no quería compartir tu andada con nadie; quería reservar este lienzo nuevo para ti, para tu fuerza, para tu furia; pero no pude, por alguna macabra razón no podía pintar nada. Había imaginado tantas cosas antes de ti, mirándote de lejos, verte en manos de otros, ahora simplemente no podía, trazos inútiles, solvente, matiz, trazo, solvente, pintura, degradado, matiz, solvente…y al final: n-a-d-a.

Pensé en usar lo dedos llenos en tiza en la pared, y no lograba ni culminar un círculo, una carita feliz, una nube, un cuerpo, o dos…la cosa era que simplemente no podía. Te revelaste de una misteriosa e inexplicable forma: supuse que querías darme una lección (aunque eso de darle una lección a un artista resulta algo irrisorio) del equilibrio, de los equilibristas, de la certeza y del deseo.

Ahora te tengo en el viejo bote de los viejos pinceles, y pensé en guardar el próximo bote de leche para los nuevos inquilinos, quizá ellos sean un poco más empáticos con mis pulsiones y no pretendan enseñarme nada a través de mis filias y fobias…yo sólo quería tenerte, quería sentirte…y quizá, con tu magia y mi paciencia, dibujar la más plena y bella sonrisa.