Para hablar de ti no necesito palabras,
baste con mirarme unos instantes
y haber entrado a mi mundo:
caos, devenir, posibilidad
en arcas de exigencias, duda y fe.
Para hablar contigo no necesito demasiados datos ni pretextos,
suficiente es con recordarnos
y disfrutar del alter-ego en coincidencia y compartido
que en cada duda surge a brincos
tintineando en nuestras miradas
arrancando sonrisas mudas
producto de evocaciones al tiempo transcurrido y sucediendo.
Para hablar de nosotros basta la coincidencia,
el saludo o un momento
que en cascada pide respuestas
para tejer confort en deja-vús y certezas
de lo que se sabe que es
pero se olvida por quién sabe qué sea.
Para hablar de ti y de mi baste pedirlo
desear saber algo que se es y no se palpa
leernos o escucharnos y reconocer las posibilidades:
ese hubiera disfrazado de propios opuestos,
los vicios, las virtudes, emociones y sensaciones
muchas veces incomprendidos, pero existentes;
la vida teje redes impetuosas
en los momentos menos esperados,
las camuflajeó de simpleza porque aún no era tiempo
para reconocer entre nimiedades
el valor de la dinámica:
fuera-ajena de espacio/tiempo,
ir, volver y reconocernos.
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